En primer lugar, elabora una lista de productos de los que seas consumidor habitual y que no estén relacionados directamente con las necesidades vitales o de bienestar mínimo exigible (dentro de este último grupo están la comida, la ropa -no de marca, claro-, las necesidades culturales, el ocio -que no tiene que ser necesariamente consumista-, etc.).
Agrupa después esos productos en categorías. Por ejemplo: cultura, diversión, moda, placer, viajes...
Después, señala los productos incluidos en la lista anterior que tú consideras imprescindibles para ti y aquellos otros de los que podrías prescindir, justificando las razones de esa elección.
Calcula posteriormente el dinero que ahorrarías al mes o al año con esas renuncias y el tiempo libre que podrías ganar al prescindir de ciertas actividades puramente consumistas.
Tras haber realizado el ejercicio, ¿te consideras un consumista o no? Intenta especificar tu grado de consumo: alto, bajo, medio... Si renunciases voluntariamente al consumo superfluo, ¿en qué podrías invertir el tiempo y el dinero sobrante?
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